Autor: Javier Cortez Alanoca
Según el vicepresidente Álvaro García Linera, la injerencia de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) lleva a cabo una intromisión brutal y feroz, en asuntos internos del país y la acusó de financiar a una clientela política subordinada a los intereses de Washington.
Acerca de que la institución ayuda con más de 70 millones de dólares al Plan Nacional de Desarrollo, sostuvo que de ese monto, 20 millones van a proyectos técnicos y el resto va destinado a sus amigotes y a sus “incondicionales”.
La autoridad advirtió que esperan un cambio de actitud en USAID, de lo contrario, ratificó, la amenaza de Evo Morales, de que no le “temblara la mano” a la hora de expulsar a la agencia estadounidense.
Una coincidencia de ello, es la marcha iniciada el 22 de junio, por parte de indígenas de tierras bajas, desde Trinidad, Beni hacia La Paz, en desacuerdo con la autonomía oficialista y la Ley Marco, impulsado por el gobierno; existen pruebas de que la misma está financiada por USAID.
La intromisión referida es clara y absolutamente perceptible, es como si la vicepresidencia de Bolivia, fuera a los EU y comenzara a financiar a los grupos de oposición o apoyar a los migrantes que están siendo maltratados para que hagan manifestaciones y protestas en la Casa Blanca.
Esta intromisión viene “etiquetada”, como ayuda a los “sectores sociales empobrecidos” o bien la “cooperación para el desarrollo” o “apoyo a la democracia”, entre otras formas sutiles para penetrar en sectores vulnerables y de manera encubierta.
Hay evidencia de que en Bolivia, esa política de agresión en contra de nuestra soberanía se trasunta en planes injerencistas financiados por el Gobierno de los EU. La CIA, la DEA, la Agencia de Asuntos Narcóticos (NAS), actúan a través de varias organizaciones no gubernamentales (ONGs) que públicamente se muestran como “paladines” de la justicia, de la democracia y de los Derechos Humanos, pero que en realidad esconden, tras esa fachada, el rostro inconfundible de la agresión en contra de los movimientos revolucionarios de América Latina.
En 1970, en la primera administración de Richard Nixon, su carismático canciller Henry Kissinger, había señalado el camino para consolidar el control imperial del mundo, “si EU no podía controlar a América Latina, ¿cómo iba a dominar al mundo?
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