La campaña para las próximas elecciones presidenciales será la más extensa
y ríspida de la historia de nuestro país
La Razón / Ricardo Paz
Ballivián
01:28 / 13 de agosto de 2012
De manera
prematura se ha iniciado la campaña rumbo a las elecciones generales de
diciembre de 2014. La proclamación a la reelección de Evo Morales en el
congreso del MAS y la dinámica actuación proselitista de probables candidatos
opositores nos mostraron los últimos días las señales inequívocas de que el
proceso arrancó. Será la campaña más extensa y ríspida de la historia de
nuestro país. La intensidad del debate y la profundidad de los enconos entre
los protagonistas nos hacen prever una evolución cada vez más exacerbada en
antagonismos. Nos esperan dos años y cuatro meses en los que la lógica política
del costo-beneficio electoral se impondrá en la definición de las agendas de
los actores políticos, gremiales, institucionales y ciudadanos.
Alguien dirá que
no estamos diciendo nada nuevo y que el Gobierno está en una “campaña
permanente” desde septiembre de 2005, y que los opositores también estuvieron
haciendo lo suyo desde entonces. Pero no es tan así. En el matiz está la
diferencia crucial. Una cosa es hacer “marketing gubernamental” para persuadir
a los ciudadanos de las bondades de una gestión (que es lo que ha estado
tratando de hacer el Gobierno, con diversa suerte, en distintas etapas) y otra
muy distinta es el “marketing electoral” que tiene como objetivo seducir al
electorado indeciso acerca de una Propuesta de futuro. En un caso se “venden”
percepciones de la realidad, mientras en el otro se “venden” sueños y
esperanzas.
Toda campaña
tiene como objetivo ganar la suficiente cantidad de votos que permita conseguir
el objetivo planteado (presidencia, diputación, etc.); y para ello se diseñan
estrategias que conquisten al electorado, mostrando las virtudes y bondades de
los candidatos propios y los defectos y maldades de los candidatos opositores.
O sea que toda campaña es a la vez dos campañas: una positiva y otra negativa.
Lamentablemente, en los últimos tiempos, la pulsión para priorizar las campañas
negativas se ha estado imponiendo en nuestra región y en el mundo. Basta ver lo
sucedido en las recientes elecciones en Francia y México, y ni hablar de lo que
está sucediendo en Estados Unidos entre Obama y Rommey.
Todo parece indicar que en Bolivia se
impondrá la tendencia de quitar votos al adversario antes que la de cosechar
los propios. Tal situación demandará un esfuerzo muy grande de los equipos
estratégicos que dirijan las campañas, pues nada es más difícil, en el ámbito
del marketing político, que administrar eficientemente una campaña negativa. La
mayoría de las veces éstas se convierten en un “boomerang” que destruye al
emisor. Por eso siempre es mejor la seguridad de una campaña positiva que casi
siempre rinde frutos. Ojalá lo comprendan los actuales actores en contienda.
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