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PEQUEÑAS DIFERENCIAS

Saíd Villavicencio Jaldín (*) La diferencia entre los soñadores y el resto de los mortales que no saben soñar no está en que los segundos no sueñen ni en que los primeros pasen sus vidas prendadas a sus sueños, sino en que los soñadores se esfuerzan por cristalizar sus sueños (estudian, trabajan y con base en su convencimiento, enfrentan los desafíos y escollos que se oponen a que ellos ?en el futuro más corto? maduren en realidades y hechos concretos. Así, ofertan sus existencias a un ideal, un amor... un sueño y, a pesar de los óbices continúan su marcha, seguros de que sólo el conocimiento de las necesidades propias y ajenas permite respirar el siempre escaso aire de la libertad).

Ellos ?los soñadores? en todos los tiempos, culturas y espacios geográficos, son los eternos prófugos del olvido, los incomprendidos de su sociedad y de su tiempo, en síntesis, son el anticipo de los seres humanos del futuro: artistas iconoclastas y, en general, revolucionarios. Éstos y ésos ?hombres y mujeres; de oriente y occidente; de la antigüedad y del presente; celebérrimos o casi anónimos? tienen una impronta que los denuncia y descubre: su obra. Ella, siempre inédita, está marcada por su singularidad... por su vida, porque es propio de los soñadores el saber que la mejor huella la hace el pie descalzo y no la marca del zapato.
En Bolivia, como en cualquier parte de la historia universal y de su, cada vez más, achicada geografía, muchos corazones, cerebros y voluntades también palpitan al ritmo superior de los sueños, a pesar de los temporales económicos, sociales y políticos que estremecen el umbral del tercer milenio, así como de la presencia gris de los sueñocidas globales que se empeñan, por un lado, en sacralizar al mercado y a sus hijos legítimos, sobre todo Estados Unidos y sus corifeos institucionales ?Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Organización Mundial del Comercio (OMC)...?, y, por el otro, en anatematizar todos los intentos que pretendan, al menos, cuestionar, sino oponerse a su libreto fundamentalista, muy común entre los hijos naturales del mercado, esencialmente los países pobres y las voces políticas y sociales críticas a su dictadura.
Estas corrientes que, desde la agonía del siglo XX, confluyen con diversidad de etiquetas ?antiglobalizadores, globofóbicos, asistémicos...? abrazan a un ramillete muy diverso de agrupaciones desde posiciones políticas opositoras a la política económica neoliberal, movimientos culturales, etnias minoritarias, naciones oprimidas, homosexuales, ecologistas, ambientalistas, hasta religiosos e intelectuales... en síntesis, representan al universo íntegro de los hombres, pero sin rostro secularmente oprimido, explotado y marginado. Entre este ejército multifacético que fermenta en todos los continentes están los soñadores, quienes prendados de la ilusión por cambiar lo inicuo del mundo con sustento y conocimiento de la realidad, diseñan los senderos de la esperanza. Sin embargo, también está la masa amorfa de los más ?lamentablemente enajenada? que camina sin rumbo, sonámbula, cautiva de la ignorancia, del hambre y de la miseria... que se desangra y muere a pedazos ante la arremetida impía de sus necesidades primarias ?animales?... que sólo atina a buscar soluciones individuales y, con mucha frecuencia, cae presa de la desesperación, pues ignora cómo ser libre porque desconoce sus necesidades supremas ?racionales?. Este cuadro general André Gorz lo sintetiza en su obra Miserias del presente, riqueza de lo posible al afirmar que "sólo un sujeto que se comprenda como tal puede reconocer, comprender y traducir el trabajo de emancipación de otros sujetos, su esfuerzo por producirse a sí mismos".
Este escenario en constante mutación, al interior de Bolivia, tiene sus propios actores y condimentos criollos. Aquí, como en todo lugar y tiempo, el soñador ?indio, mestizo, blanco...? también brilla con luz propia, y, como dice Silvio Rodríguez, su resplandor "nadie lo puede apagar". Sin embargo, el mediocre nativo ?como la luciérnaga necesita de la oscuridad para brillar? requiere de la ignorancia para pasar y, sobre todo, presumir, de probo, idóneo, sabio. ¿Dudas? Basta abrir los ojos del cerebro y pasear los sentidos por la geografía de las noticias que la prensa, radió y televisión ofertan y que los delata en su esforzada labor por perpetuar la ignorancia del pueblo, por exiliar el alfabeto de su vasta geografía, y por fomentar la cultura del servilismo, la mendacidad, el culto a la personalidad y la palabrería huera que buscan colonizar el espíritu y cerebro de los grandes mayorías con promesas siempre maquilladas; mientras sus entornos más cercanos se adormecen con canonjías y sinecuras y, a su vez, son los ecos ciegos e instrumentos útiles de sus amos criollos para anestesiar a las muchedumbres.
Esta faceta dialéctica de la realidad, refleja las contradicciones más profundas de la sociedad actual que manos anónimas gritan sobre los muros de las ciudades y denuncian la impostura, hipocresía y cinismo que reina sobre todo en los círculos del poder. Algunos pensamientos grafiticantes dicen: "El hambre justifica los medios", "Votar es elegir al amo", "Zoociedad ¿adónde vas?", "Recuerde: el poder que ellos tienen, es el que nosotros les damos", "Para amasar una gran fortuna hay que hacer harina a mucha gente", "Gracias al FMI estamos al Fondo a la Derecha", "El neoliberalismo concibe el mundo como un corral donde las gallinas andan sueltas... y también la zorra", "Rico con pistola: precavido; pobre con pistola: delincuente", "Rico en prostíbulo: busca placer; pobre en prostíbulo: busca a la hermana", "Rico leyendo periódico: intelectual; pobre leyendo periódico: busca trabajo", "Rico homosexual: gay; pobre homosexual: maricón". Estos grafitis, como los más, tienen la virtud de decir mucho en pocas palabras y, no sólo reflejan las pequeñas diferencias sociales, económicas y políticas de la sociedad global, sino denuncian las contradicciones antagónicas más profundas que fermentan en su seno, y son la prueba fehaciente del conocimiento de la realidad que tienen los soñadores, algunos de los cuales hablan el lenguaje de las paredes.
(*) Periodista; e-mail: saidvillavicencio@yahoo.com Fuente: Bolpress

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