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FÚTBOL PROFESIONAL EN EL CORAZÓN DE VILLA INGENIO

Por: Raul Catari Yujra | periodista de Sueño de Campeones


Llega la tarde y las ilusiones llueven de las tribunas y brotan del corazón de los jugadores de futbol. Llega la hora de la verdad, no se admiten excusas, es ganar o sucumbir ante la rugir de las tribunas. Los preámbulos siempre son ensordecedores.

Hasta las casas colindantes al estadio enarbolan cánticos. Está el árbitro y sus colaboradores que aprietan los puños y fortifican su corazón valiente. Está prohibido equivocarse. Los dos equipos están frente a frente mirándose y animándose entre si "vamos que podemos". Para evitar cualquier lenguaje despectivo que generalmente llueve de las tribunas, los jugadores deben apasionarse ilimitadamente. Así, una vez arrancado el partido, los jugadores convierten al césped sintético en un campo de batalla para encajar el balón en las redes del arco contrario. No solo basta correr, enganchar, sino demostrar la habilidad para entregar, quitar la pelota y crear un sistema táctico que desconcierte a los rivales.

Cada jugador tiene su posición, el arquero es el aguafiestas de los delanteros, los defensores son los que crean una muralla compacta, es una maraña dificil de quebrar porque generalmente son más altos, robustos y tenaces que el resto, mientras que los mediocampistas son la esencia del equipo, los habilidosos como Pele o Maradona, los maestros del driblin o los que enloquecen a los rivales, y finalmente, los delanteros son como los flecheros que hieren a los cancerberos y se encargan de hacer sonreír a la tribuna y evocar los gritos largos de los relatores.

Los partidos en Villa Ingenio, son los mismos que se viven en cualquier estadio de fútbol, donde se juega bajo presión, bajo un manto de esperanza de consagrarse el más querido y querible. Cuando termina el partido, los hinchas y aficionados baten sus palmas, levantan sus brazos al cielo, revolean plastoformos al viento y se abrazan entre desconocidos. Un señor abraza a su novia por la alegría de ver una tarde inconmensurable de fútbol. O a lo mejor salen del estadio mascullando dolor y coraje.

Sin duda, el lenguaje es el mayor instrumento para expresar sus sentimientos encontrados en un reducto tan conocido como el de Villa Ingenio donde se gestó las movilizaciones de octubre 2003. Villa Ingenio, se convierte en una caldera hirviente que bajo el sol, la lluvia y el viento, los protagonistas de un partido tienen que exponer sus mayores virtudes y contrarrestar cualquier margen de error.

Villa Ingenio vive con alma futbolera, su corazón late a mil cuando llegan los actores del fútbol. No obstante, y parafraseando a Alcides Arguedas que la "raza de bronce", emergida de provincias aledañas y principalmente de la urbe alteña, tenga mayor inclusión en el fútbol profesional boliviano.

Hasta pronto...

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